Ni en el más loco de sus sueños los emperadores romanos podrían haber imaginado que un gesto realizado con su dedo pulgar, dos milenios más tarde, sería cuestión de sesudas interpretaciones en los foros judiciales.

Recientemente el Superior Tribunal de Justicia (STJ) de Río Negro analizó las consecuencias del uso de un emoji (el popular dibujito del pulgar para arriba) en una comunicación digital realizada entre una empresa frigorífica y un trabajador.

 

La curiosa historia tuvo lugar cuando la empresa harta de los incumplimientos de Hugo Lautaro, su empleado, resolvió despedirlo. En su legajo Hugo Lautaro arrastraba 47 sanciones y un número importante de faltas injustificadas. Pero la gota que rebasó el vaso fueron nueve inasistencias producidas en un mismo mes. Lautaro intentó justificar esas faltas y envió mensajes a un teléfono corporativo de la firma que le fueron respondidos con los clásicos emoticones del pulgar hacia arriba. La empresa resolvió despedir al trabajador, pero como se trataba de un dirigente sindical, inició el trámite judicial para quitarle su fuero gremial, mediante el proceso de exclusión de tutela sindical. En primera instancia, la Cámara Laboral de Viedma rechazó la demanda y consideró "desmedida la sanción, al entender que se había prestado conformidad a la justificación alegada por el trabajador a través del emoji del pulgar". Entendió, además, que resultaba inaceptable que la empleadora primero apruebe las faltas y posteriormente pretenda imponer una sanción de tal gravedad que impida la prosecución del vínculo. Por lo tanto, rechazó la pretensión de la accionante de excluir la tutela sindical.

 

El fallo fue revisado por el STJ de Río Negro que analizó el alcance de los signos denominados emoticones o emojis. El máximo tribunal sostuvo que "su interpretación es subjetiva y puede variar según la cultura y, fundamentalmente, depende del contexto en el que se utilice". "Por lo tanto, en la medida que su interpretación puede fluctuar según el contexto y la percepción del receptor, estos íconos no constituyen en sí una expresión de manifestación de voluntad con efectos jurídicos vinculantes". Se agregó que el valor probatorio de los emojis en juicio es muy limitado o relativo y debe ser completado con otros medios de prueba: sean testimoniales, del emisor o del receptor, el análisis del contexto o el historial de la cadena de comunicaciones anteriores. Ese signo no necesariamente quiere decir conformidad, una interpretación puede ser recepción pero también admite otras explicaciones, concluyó el máximo tribunal.

 

En ese contexto, el emoji del pulgar hacia arriba solo implicaba una constancia de recepción y de ninguna manera se pudo interpretar como una aprobación o conformidad con la comunicación recibida.

 

El acertado fallo del alto tribunal rionegrino podría haber mejorado en sus fundamentos de haber advertido que esa ambigüedad que le atribuye al referido emoticón, tiene plena justificación histórica. Además, también el contexto geográfico y cultural influyen. En Irán, por ejemplo, este gesto se utiliza como un insulto obsceno, similar a levantar el dedo del medio en nuestra cultura (éste sí lo utilizaban los romanos y lo llamaban "digitus impudicus", el vergonzoso, indecente u ofensivo dedo). Australia, Rusia y la parte occidental de África tampoco ven con buenos ojos levantar los pulgares. En Nigeria o Grecia, este gesto se utiliza para insultar directamente a una persona y faltarle el respeto.

 

La culpa de nuestra valoración positiva del pulgar hacia arriba se genera por haber visto muchas películas como Ben Hur, Quo Vadis o Gladiador que corroboran una leyenda sin rigor histórico. En realidad, pensar que el pulgar hacia arriba es signo de aprobación y hacia debajo de condena, es una fábula que debemos atribuir al gran pintor academicista Jean-Léon Gérôme que en su pintura de 1872, "Pollice Verso" (Pulgar hacia abajo) muestra a un emperador (¿Nerón?) condenando a muerte a un gladiador bajándole el pulgar. El historiador y divulgador Javier Traité explica que "lo más probable es que este gesto no se realizara nunca" en un anfiteatro romano. Porque la realidad es que lo que marcaba la sentencia de muerte en Roma no era el pulgar hacia abajo, sino el pulgar hacia la garganta. Significaba "cortar la yugular", señala Tarité, que añade que este gesto solía venir acompañado del grito 'yugula, yugula'. ¿Y entonces, el pulgar hacia abajo qué significaba en Roma? Traité indica que era un gesto de clemencia que significaba "envainar la espada". Por lo tanto, no era un indicativo de muerte sino de todo lo contrario: de vida.