Dicen que justo antes del amanecer es cuando la noche se vuelve más oscura. Esa imagen puede describir con precisión lo que vivió la Argentina el viernes 19: un escenario económico marcado por la incertidumbre, con el dólar en alza, el riesgo país en niveles críticos y los títulos argentinos en caída libre. La derrota electoral del oficialismo en la provincia de Buenos Aires sumaba un golpe político a un contexto ya enredado. Todo parecía hundirse en una oscuridad sin salida.

Pero el lunes 22, casi como un amanecer inesperado, el panorama dio un giro de 180 grados. Primero, con el anuncio del ministro de Economía, Luis Caputo, eliminando las retenciones al campo (hasta el 31 de octubre): un gesto fuerte hacia el sector más competitivo y estratégico de la economía argentina. Y segundo, con un movimiento aún más decisivo: el respaldo público desde Washington, con un posteo en X del secretario de la Reserva Federal Norteamericana y la secretaria del FMI apoyando la política de Javier Milei. En cuestión de horas, el dólar retrocedió, el riesgo país se derrumbó y los títulos argentinos comenzaron a recuperarse.

 

La clave: la geopolítica

 

Lo central aquí no es solo la medida económica interna, sino el aval internacional. Estados Unidos ha decidido mostrarse de manera clara y pública como respaldo estratégico de Milei. ¿Por qué? Porque en el tablero regional, Argentina empieza a ocupar un lugar que Washington no puede dejar vacío.

 

Brasil, bajo el liderazgo de Lula, mantiene una relación mucho más cercana con China y juega su propio partido en los BRICS. Colombia, con Gustavo Petro, se ha distanciado de la agenda de Washington en varios frentes. Chile, si bien mantiene vínculos estables, carece de peso regional para convertirse en aliado de referencia. En este contexto, Milei ofrece a Estados Unidos lo que más necesita en el Cono Sur: un socio confiable, alineado ideológicamente con Occidente, crítico de China y dispuesto a avanzar en una agenda común en comercio, seguridad y finanzas.

 

La guerra comercial entre Estados Unidos y China no es un detalle menor: América Latina es hoy uno de los principales territorios de disputa. Mientras China ha ganado influencia en infraestructura, préstamos e inversiones estratégicas, Washington busca recuperar terreno. En ese marco, Argentina bajo Milei se convierte en pieza clave: un país con recursos estratégicos (energía, litio, alimentos), con ubicación geopolítica privilegiada y con un gobierno que no esconde su alineamiento pro-Estados Unidos.

 

Economía y elecciones: el impacto interno

 

Este giro no solo tiene consecuencias internacionales, también cambia el tablero interno. El respaldo estadounidense implica financiamiento, mayor confianza de los mercados y, sobre todo, aire para la economía en un momento crítico. Si el gobierno logra sostener esta tendencia —con dólar más calmo, riesgo país en descenso y títulos en recuperación— tendrá una herramienta clave para llegar a octubre con mejores chances electorales pero falta ver cómo responde el electorado a este nuevo escenario.

 

Y allí está el punto decisivo: las elecciones de octubre no serán solo una contienda más. Representan la definición de un rumbo, el pueblo argentino deberá decidir si mantiene la línea política actual, con su clara apuesta por el alineamiento con Estados Unidos, la disciplina fiscal y el ajuste económico; o si opta por un cambio de modelo, con otra mirada sobre el rol del Estado, las relaciones internacionales y la distribución del esfuerzo social. El resultado de esa elección será determinante no solo para la política interna, sino también para la posición estratégica del país en el tablero global.

 

El contraste entre el viernes y el lunes es brutal. En pocos días, el gobierno pasó de mostrarse debilitado por un revés electoral y un contexto económico delicado, a exhibir músculo con respaldo internacional de primer nivel. Esa foto del lunes reconfigura expectativas y reposiciona a Milei como un actor con apoyo externo que excede la coyuntura local.

 

Conclusión

 

La economía argentina no cambió sus fundamentos de un día para otro. Lo que cambió fue la confianza, sostenida por un aval geopolítico de peso. El viernes 19 fue la noche más oscura, el momento donde todo parecía desplomarse. El lunes 22, en cambio, llegó como un amanecer: un nuevo día en el que la Argentina apareció respaldada y con una ventana de oportunidad. Pero la verdadera decisión todavía está en manos de los argentinos que con su voto elegirán el camino que quieren seguir.

 

En el mundo vivimos tiempos de cambios profundos y Argentina no es ajena a la guerra de intereses por el liderazgo mundial de las grandes potencias. Los argentinos tenemos que dejar de pensar que podemos vivir aislados del mundo y debemos participar de las definiciones hacia el futuro. El 26 de octubre no solo se decide el destino de Argentina, el pueblo argentino también decidirá qué lugar quiere ocupar en el nuevo Orden Mundial.