No hay Tiempo para las equivocaciones groseras.

Hoy ya no hay espacios para las equivocaciones. Al menos para aquellas que groseramente las hemos cometidos, ya sea por acción como por omisión y hasta por indiferencia.

 

Durante años nos vendieron que la clave del éxito estaba en la globalización de nuestra economía; para lo cual debíamos resignar nuestra verdadera identidad de argentinos, despojarnos de nuestro patrimonio y valores que nos son propios, haciéndonos quedar, por no dejarnos tan sin  nada, los "símbolos  patrios" aunque vacíos de  contenido o de pertenencia a una Nación.

 

                Y durante estos {últimos cuatro años, se sigue insistiendo sobre lo mismo… Y parece que no hemos aprendido la lección de historia; porque hemos transitado por la misma senda, como dando a entender que poco nos el destinado de nuestras futuras generaciones. No hablamos ya del presente.

 

Nuestra Historia de  encuentros y desencuentros: Nada ha cambiado

 

Nuestra historia argentina está llena de encuentros y desencuentros; de amores y de odios; de Unitarios y Federales; de luchas entre el puerto y su periferia, las provincias. Hoy nos damos cuenta que poco, o nada, ha cambiado desde aquel primer grito libertario de 1810. Nos inventaron una nueva grieta que no se diferencia de las otras. Y nos está pasando, cual profecía cantada por nuestro Martín Fierro, que mientras entre los hermanos se pelean, nos devoran los de afuera.

 

Nuestro país se construyó a impulso y voluntarismo de un ideario que no contempló, en la realidad, su diversidad geográfica y cultural. Hoy, como ayer, el ombligo de la Argentina sigue siendo Buenos Aires, y las provincias simples tributarias del festival de ostentación y derroche que aquella requiere para seguir siendo la perla del Plata y de espaldas al interior.

 

Nada ha cambiado. Si hasta parecen los mismos mercaderes de entonces, los que nos vendieron el pasaporte hacia el primer mundo desarrollado. Claro que a cambio de renegar de nuestro pasado, hipotecar nuestro presente y comprometer nuestro futuro.

               

Profundizando la grieta y alimentando el odio o desencuentros entre los argentinos

 

Con la política de endeudamiento, como nunca antes se dio en el país, se ha comprometido seriamente la supervivencia de una gran cantidad de argentinos que están por debajo de la línea de la pobreza; cuando no ya pasaron la línea de marginalidad absoluta. Y esto sin dudas que afecta la salud de las instituciones de la República y la seguridad de los propios ciudadanos. Estamos bordeando el abismo de desencuentros por causa de la ceguera de algunos dirigentes (de cualquier sector o color político que sean), al no comprender que el pueblo ya no quiere más la frivolidad y la ostentación de poder y riqueza de unos pocos en desmedro del empobrecimiento de la gran mayoría de los argentinos. Ahora resulta que nadie quiere hacerse cargo de la actual crisis, pero sí hay muchos que hablan y hablan, pero sin resignar sus privilegios, algunos de los cuales bien que ayudarían a solucionar algunos problemas de hambre y desocupación de muchos de nuestros compatriotas.

 

El ajuste a como dé lugar, se dio en esta Argentina querida, llevando a los argentinos a un estado de animosidad peligrosa por su impotencia por salir adelante.

 

El Patriotismo, un valor olvidado

 

El patriotismo, palabra que volvemos a escuchar después de cuánto tiempo, aún sigue siendo algo abstracto;  un valor perdido quién sabe en qué transacción comercial o financiera que se realizaron en los últimos tiempos, en nombre de  la globalización o de la economía popular de mercado.

 

Aunque parezca un absurdo decirlo, este es el mejor momento para levantar las banderas del patriotismo para refundar la nueva Argentina que soñaron nuestros prohombres y que deseamos la mayoría de los argentinos. Porque parece que caer más debajo de lo que ya caímos, no es posible.

 

Honestidad y solidaridad para salir de la crisis

 

Nuestra Argentina y los argentinos estamos enfermos. Y hoy, más que nunca, necesitamos del esfuerzo y honestidad y solidaridad de todos para salir de este difícil trance. Pero no ya con discursos grandilocuentes, o con promesas demagógicas. El pueblo quiere ahora un gesto y una muestra de sinceramiento, honestidad y de sentido común por parte de los gobernantes. Gesto que, bien tomado, permitirá levantar la autoestima y confianza de los argentinos que se quedaron sin modelos que imitar  y sin esperanzas que alimentar.

 

Y en esto todos tenemos que asumir nuestra responsabilidad. Nadie puede hacerse el distraído o mirar para otro lado. Algunos tendrán mayor responsabilidad que otros, en los problemas presentes; y de ella no están  excluidos aquellos que hoy están renegando de la política y de los políticos (de los que hay buenos y malos como en todos los órdenes de la vida y sectores de nuestra sociedad) pero que sin embargo siguen perteneciendo a ese círculo privilegiado que usufructúan de los beneficios del modelo que nos precipitó al estado en que nos encontramos hoy.

 

Fortalecer las Instituciones de la República.

 

Por eso, no podemos seguir siendo indiferentes ante las protestas y los desmanes que diariamente ocurren en distintos puntos del país. Tenemos que revertir el estado de inseguridad social y la falta de empleo que hace que hoy la gran mayoría de los argentinos no tienen qué llevar a la mesa de su hogar, mientras algunos privilegiados siguen lucrando con el festival de bonos de la especulación financiera que está drenando las divisas del país.

 

Por eso es importante que todos pongamos nuestra capacidad y responsabilidad en fortalecer las instituciones de la República; defender a cualquier costo la figura de la autoridad gobernante, sin que por ello renunciemos a nuestros derechos a criticar y alertar sobre cualquier desvío que se pudiera dar en el ejercicio del poder, cualquiera sea.

 

Entre la anarquía y la tiranía, tan sólo un paso

 

Sabemos que entre la anarquía y la tiranía, no hay más que un paso. Y es historia conocida- que muchos la hemos vivido y sufrido en carne propia - las consecuencias del vaciamiento del poder político y la debilidad institucional del gobierno constitucional de Isabel Perón en 1976. O la más fresca para muchos lo que sucedió en el 2001 con Fernando De La Rúa. Esas  historias de anarquías, pensadas y estimuladas por los golpistas de siempre, hoy también la quieren legitimar poniendo como excusa la falta de representatividad y credibilidad de los políticos.

Felizmente, el pueblo argentino ha madurado, y el 27 de octubre pasado supo dar su mensaje tanto a los que no supieron comprender sus demandas, como a los que hoy son los electos gobernantes que deben responder a un mandato popular para encausar los recursos del Estado con un sentido de mayor equidad e inclusión, apostando al trabajo, a la solidaridad y a la unidad nacional para sacar al país adelante.

 

 

Enaltecer la política y a los políticos: la gran responsabilidad

 

En honor a la verdad, y a fuerza de ser totalmente sinceros, no podemos echarles toda la culpa de nuestras desgracias a los políticos. Algunos de ellos no hicieron honor a los principios doctrinarios de sus respectivos partidos; y mucho menos respondieron a los legítimos intereses de sus representados. Pero sí hubieron y hay aquellos que entregaron y siguen entregando su tiempo, capacidad y honestidad al servicio del pueblo; hecho que enaltece al hombre político y a la política.

 

Entonces, llegó la hora del total sinceramiento. No podemos seguir echándonos la culpa unos a otros. Porque la solución no está en matar la política y a los políticos, la solución está en comenzar a tomar la política con una actitud de servicio hacia los demás y no servirse de ella para fines personales o sectoriales. Y si en este nuevo estadio de la nueva Argentina, algunos deben pagar sus culpas pues, que así  sea.

 

Llegó la hora de rescatar  los valores de la solidaridad y del patriotismo.

 

Necesitamos estar fuertes, unidos y con un alto grado de concienciación de patriotismo y sentido de pertenencia al país, para que podamos  mirar con optimismo hacia un futuro posible para la Argentina y de todos los que en ella habiten.

 

Hay que cambiar, no sólo el rumbo sino la actitud de los argentinos

 

                Quizás uno, ante lo agudo de la crisis que estamos padeciendo, sea alarmista con respecto a las consecuencias a que estamos expuesto si no mejoramos y profundizamos un cambio en la actual política económica, política, social y productiva. Si no cambiamos el eje de la política de gobierno nacional, donde realmente se privilegie el trabajo más que la especulación financiera. Tenemos que hacer algo para salir de este estado de desaliento y convocar a la esperanza para fortalecer nuestros deseos de salir adelante.

 

 Si hubiésemos sufrido una guerra, en cualquiera de sus modalidades, estoy seguro que estaríamos en mejores condiciones de integridad física y moral como para pensar recuperarnos más rápidamente.

 

Pero ahora no le echemos tanto la culpa al FMI, al BM, a los yankees, a los capitales golondrinas, a la globalización, etc. La culpa las tenemos todos, principalmente aquellos que tienen la responsabilidad de dirigir nuestro país y que como cipayos genuflexos, rinden honor y gloria a los que siempre  quisieron comprar de cuerpo y alma; y nos ofrecen como garantía... Garantía que no es otra cosa que el patrimonio moral y ético de la mayoría de los argentinos, muy especialmente del interior del país que, estoicamente, sufrió y sigue sufriendo el desmantelamiento de sus pequeñas y medianas empresas y la destrucción de toda la cadena de producción y comercialización de nuestras economías regionales.

 

Aún nos queda reserva  moral, a pesar de todo.

 

Es cierto que estamos en una gran crisis. Pero aquellos que apostaron a la rendición incondicional del pueblo argentino - aprovechándose de su generosidad y hospitalidad para con todos aquellos que quieran venir a vivir, invertir, trabajar y hasta especular con nuestras debilidades -, se han equivocado.

 

Es cierto que vendieron nuestro patrimonio. Es cierto que pretendieron enajenar nuestro corazón y nuestro espíritu. Pero no lo han logrado. Es cierto que el pillaje económico, financiero, político; el comportamiento poco afortunado de algunos políticos, empresarios y dirigentes sindicales y sociales, fue minando las bases de nuestra estructura social hasta provocar, en un momento, un desinterés total por los valores fundamentales de la convivencia democrática como la moral, la ética, la solidaridad, la honestidad, la justicia y el amor a la patria, que alguna vez nos supieron inculcar nuestros mayores, luchando y muriendo por la grandeza de nuestra Nación.

 

Todo eso es cierto. No hace falta que sigamos enumerando todas las miserias humanas que nos llevaron a estar como estamos hoy: sin rumbo fijo, sin plan y, como quien dice, en la vía...

 

Pero Dios ha sido tan generoso con nosotros, que a pesar de todo lo que nos está pasando, aún somos un país rico en recursos naturales, y más rico aún en recursos humanos que, estoy seguro, van a seguir apostando al país, a la Nación, a la Provincia... pero bajo otras reglas de convivencia, donde volvamos a revalorizar los valores, valga la redundancia, de nuestros símbolos, de la solidaridad, de la justicia social, de la equidad y la cultura del trabajo.

 

Propuestas para seguir adelante:

Por todo esto, es que desde mí puesto de trabajo, como comunicador social, quiero poner a consideración algunas acciones o propuestas a desarrollar políticamente para lograr encaminarnos hacia un destino de país grande, como lo soñaron Güemes, San Martín, Belgrano, y tantos otros hombres y mujeres argentinos.

 

  • Llamar a una gran concertación política, social y económica, en la provincia y el país.
  • Declarar la emergencia social, alimentaria, sanitaria y educativa en todo el país. porque no hay ajuste que sirva con un pueblo hambriento, enfermo y sin educación.
  • Abrir nuevos canales de comunicación social y política- más accesibles, menos convencionales o burocráticos- entre la ciudadanía y el gobierno, que permita recrear los mecanismos de organización y participación ciudadana.
  • Convocar a los principales referentes y dirigentes de organizaciones sociales, empresariales, banqueros, productores, universitarios y organizaciones de profesionales del país y las provincias, a fin de confeccionar un PLAN MAESTRO para el desarrollo y crecimiento. Crear un Plan Político Nacional, que sea una razón de estado.
  • Los partidos políticos y las organizaciones sociales todas, deben mandar un mensaje claro, en lo ideológico y doctrinario, sobre lo que nos está pasando como país como provincia. Y no quedar en eso, sino avanzar en propuestas que contemple la participación activa de todos los sectores productivos e industriales, para generar un plan de acción para sacar al país adelante.
  • Crear espacios, o Peñas, para discutir líneas de pensamiento y de acción, con dirigentes, legisladores, intendentes, en un plano de igualdad y de respecto por cada una de las personas.
  • Seguir con la línea política de un mayor acercamiento al pensamiento real y directo de la gente, para crear un mayor compromiso de los agentes y dirigentes sociales con un proyecto real de país.
  • Dentro de la participación ciudadana en la política, y sin violentar el trasvasamiento generacional, dentro de la política, buscar modelos de concertación y agiornamiento de adultos con los jóvenes, tanto para el adoctrinamiento como para la acción militante.
  • Revalorizar a la militancia política, la solidaridad, la justicia social y el patriotismo.

 

Y esto, sin descuidar el accionar programático y solidario del gobierno en materia alimentaria y de salud, que hoy por hoy, son las materias que más están demandando, junto al trabajo, nuestros hermanos argentinos. Que esto sirva como aporte a la necesidad y responsabilidad que tenemos todos de buscar nuevos canales de participación para salir de esta gravísima crisis que vive el país, refundando, con ideas y con propuestas nuevas y posible, una Argentina donde podamos crecer y desarrollarnos en forma armónica y equilibrada, a lo largo y ancho de nuestro rico y querido país.     

 

Tenemos todos para SER… todo por hacer y construir el País que tanto queremos, para nosotros y nuestras futuras generaciones.

 

Ya no sirve llorar e implorar… el futuro es nuestro… y solo nosotros sabremos cómo lograrlo.