Por favor que nadie se sienta aludido con el título de esta nota, cualquier parecido con un lector real debe considerarse mera coincidencia. Con cierta frecuencia nos ocupamos en esta columna de etimologías laborales, en esta oportunidad hablaremos de etimologías no laborales, porque nos referiremos al no trabajo: a las distintas formas –que por voluntad o por circunstancias de la vida- se hace de la vagancia una profesión. De alguna manera a mí los vagos me resultan simpáticos y, fíjese el lector, que en medicina ocurre lo mismo: el nervio vago es el que transmite calma cuando el sistema simpático se entusiasma.

 

Vago, según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, en las acepciones que nos interesan, significa: "2.- Dicho de una persona: Sin oficio y mal entretenida y 3.- Holgazán, perezoso, poco trabajador. En Argentina, a mediados del siglo XIX, precisamente eran perseguidos los vagos y "mal entretenidos". El célebre gaucho Juan Moreira era calificado como vago y mal entretenido en los partes policiales. En 1872 José Hernández dio a luz el Martín Fierro. En una de las sentencias más reproducidas está aquella que, siguiendo un precepto bíblico, dice, "debe trabajar el hombre para ganarse su pan, pues la miseria en su afán de perseguir de mil modos, llama a la puerta de todos y entra en la del haragán".

 

Una palabra derivada es vagabundo ("holgazán u ocioso anda de un lugar a otro, sin tener domicilio determinado o sin oficio o beneficio"). Muchos se preguntan por qué no es "vagamundo"; ocurre que el sufijo latino "bundo" significa "que tiende a una acción o que la produce". Por ejemplo, en cogitabundo, vagabundo, furibundo y también moribundo.

 

Croto, linyera y ciruja

 

La palabra croto se origina en el apellido de un gobernador de la provincia de Buenos Aires: José Camilo Crotto. Poco tiempo después de asumir la gobernación quiso facilitar el traslado de los trabajadores "golondrinas" y en enero de 1920 dictó el decreto Nº 3 por el que se establecía que a los obreros de la cosecha que carecieran de medio de transporte se le proporcionarían los pasajes ferroviarios. A tal fin, el Departamento Provincial de Trabajo confeccionaba una nómina y a cada trabajador se le entregaba un carnet en el que se debían especificar los datos personales, incluyendo su buena o la mala conducta en trabajos anteriores. Cuando los jefes de estación contaban los braceros que viajaban con pasaje gratuito en los ferrocarriles, los enumeraban en voz alta diciendo: "Van por Crotto", luego esto degeneró en "son de Crotto", hasta llegar al "son crotos".

 

"Linyera" es un modismo utilizado en Argentina y el Uruguay para designar "al vagabundo que anda por los campos y caminos y vive de la caridad pública y de raterías". La voz deriva de la "lingera", bulto u atado en el que llevaban sus pocas pertenencias. La palabra –como la mayoría del lunfardo- proviene del italiano dialectal "lenge" o "linge" que designaba a una pañoleta o a un gran pañuelo. También se emparenta con la "lingerie" francesa y, en definitiva, con nuestra hispana lencería. El poeta del grupo Boedo, Juan Guijarro, le dedicó un poema que comienza así: "Eres un trozo, linyera, / de suburbio en los caminos, / escupitajo de fábrica, / retazo de conventillo. Triste retazo de urbe/ puesto en mitad de los campos, / que vas como un hijo/ con el dolor en los brazos".

 

El término ciruja también proviene del lunfardo y es la abreviación de la palabra cirujano, ya que el humor popular comparó a esta clase de vagabundos con los cirujanos al ver cómo extraían minuciosamente cosas que les serían útiles, en este caso no de un cuerpo humano, sino de los tachos de basura.

 

Atorrante

 

La palabra atorrante tiene un origen muy discutido. En la región del Río de la Plata circula un mito según el cual la palabra atorrante se habría formado a partir de inscripciones en unos caños de alcantarilla instalados en el algún lugar de Buenos Aires, dentro de los cuales solían guarecerse personas indigentes hacia fines del siglo XIX. Esos caños tendrían impreso en relieve el nombre del fabricante, un tal A. Torrant. El problema de esta "etimología", divulgada en la prensa y algunos libros, es que nunca nadie pudo mostrar un caño con esas características, ni un documento en que se mencionara el nombre del supuesto fabricante, a pesar de los esfuerzos de investigadores contemporáneos, habiéndose consultado incluso –como lo hizo Ricardo Ostuni en 1995 de manera exhaustiva- la extensa nómina de contratistas, proveedores y materiales registrados en los archivos de Obras Sanitarias de la Nación. La palabra atorrante tampoco es citada por autores de fines del siglo XIX y principios del XX que estudiaron la vagancia y otros términos relacionadas a este. Se trata de una etimología falsa, inventada no sin algún ingenio, que encontró campo fértil en el hecho de que nadie la había estudiado antes. En realidad, se trata de un vocablo español, participio activo del verbo atorrar, muy poco usado en España, pero que podemos encontrar en escritos de autores como Emilia Pardo Bazán, Ramón del Valle Inclán y Camilo José Cela. Debe pensarse pues en la palabra atorrar, que para el gran etimólogo Joan Corominas significa "estarse quieto, vivir sin trabajar".

 (*) Abogado Laboralista.