Estos desiertos salinos de origen volcánico se fueron formando a lo largo de millones de años. En los colores de sus vetas están registrados los ciclos de El Niño, La Niña y las cenizas disparadas en las erupciones.

Los habitantes del noroeste argentino están acostumbrados a ver los panes de sal que llegan desde la Puna. Antiguamente se vendían en corralones y almacenes de ramos generales. Los puneños los cortaban de la costra superficial de los salares a pura hacha, en bloques rectangulares y homogéneos, y los bajaban a lomo de animales hasta los valles de abajo para ser desde allí comercializados. Los indígenas los transportaban a lomo de las llamas. Desde la llegada de los españoles comenzaron a transportarse en burros y mulas. Es una actividad minera milenaria que se extiende a tiempos prehispánicos. Probablemente la actividad minera más longeva de la que se tenga registro en el mundo andino.

 

La costra del salar debió cortarse originalmente con hachas de roca, las que más tarde fueron reemplazadas por hachas de metal. Todavía puede verse a los salineros trabajando con sus filosas hachas de hierro, marcando con líneas prolijas los lugares donde van a cortar para obtener los panes geométricos de sal gema. Se trata de un trabajo duro, donde la reflectividad de la sal puede cegar con el mal del surumpio. En el salar las condiciones son extremas en heliofanía, hipoxia e hipobaria, a lo que hay que sumarle las amplitudes térmicas.

 

Eduardo Ceballos supo reflejarlo en su poema-canción "Salinero", escrito en 1968 y publicado en su libro "Ciclomundo" (Salta, 2015, p. 48) cuando dice: "Con tu carga blanca / de esperanza y de sueños / caminas por las montañas / con tus burritos cargueros. // La coquita te acompaña / hasta el 'poblao' cercano / donde cambiarás tu carga / por alcohol, coca y tabaco. // Allá en el salar blanco / tu hacha penetra furiosa / como quien está matando / el hambre de tu prole numerosa. // Que destino blanco / te espera / cada mañana en tu viento / salinero".

 

También Fausto Burgos, Francisco Zamora y otros poetas y cuentistas dieron testimonio de dicho trabajo duro y sus vicisitudes. Y también la mayoría de ellos cayó en la trampa de creer que esas enormes extensiones de sal eran restos de mares desecados.

 

Jaime Dávalos nos dice en una de las estrofas de su poema "Puna de Atacama" lo que sigue: "Está escrita en pizarra azul la noche, / y el día de milenios y el invierno/ la memoria de un mar hecho salina". Las grandes extensiones de sal blanca, ciertas toponimias de islas, penínsulas y médanos, e incluso los mal llamados "ojos de mar", invitan al viajero a pensar que se encuentra ante restos de mares desecados y luego elevados por una extraordinaria metamorfosis andina.

 

El origen de los salares

 

En realidad, los salares se formaron cuando la Puna ya estaba elevada, nada tienen que ver con el mar, y todo su contenido en sales se explica por el extenso volcanismo y las fuentes termales que arrastraron billones de toneladas de gases y fluidos que generaron las sales que allí se encuentran.

 

La Puna es eminentemente una región volcánica que está acompañada al occidente por una cordillera volcánica que nos separa de Chile y alberga a los volcanes más altos del mundo. Estratovolcanes que rozan los 7 km snm y tienen una prominencia desde su base a techo de hasta 3 km de altura. En el interior de la Puna las cadenas volcánicas se entrecruzan con filos, cordones y serranías, dejando espacios cerrados, con drenaje centrípeto, donde confluyen las aguas que luego se evaporan para dar lugar a los salares. Estos salares contienen distintos rellenos y distintas edades, aunque en su mayoría se habrían formado en los últimos dos millones de años. Estos fueron precedidos por otros salares cuyos retazos de formaciones de sal de roca, yesos y boratos yacen rotas y contorsionadas en algunas serranías bajas de sus bordes y tuvieron su mayor expansión hace 6 millones de años.

 

Los salares actuales son el producto del reciclaje de viejas sales a las que se suman las nuevas, que siguen llegando día a día a su interior por el lavado tanto superficial como profundo de las rocas del contorno. Dado que en los últimos millones de años hubo diversas glaciaciones y desglaciaciones, los salares se convirtieron ora en lagos y ora en salares sucesivamente. Todo ello ha quedado registrado en su relleno sedimentario. Durante las desglaciaciones los salares se inundaron con aguas dulces y allí quedaron depositadas calizas y travertinos, así como arcillas. Los períodos áridos evaporaron las aguas y precipitaron sales. Se considera maduro o cristalino a un salar que tiene más sales que arcillas e inmaduro o terroso cuando la relación es al revés.

 

En la costra superficial del salar se registra lo que aconteció en los últimos siglos. Precisamente allí donde los salineros cortan sus panes o bloques de sal. El tamaño del bloque depende del animal o el vehículo que los va a trasportar. Algunos bloques de sal se han cortado para fabricar hoteles en el interior de los salares, el caso de Uyuni en Bolivia. Los bloques muestran siempre un bandeado característico de capas blancas y capas marrones. Los que alimentan desde hace siglos al ganado y forman parte esencial de su dieta. Vacas, cabras, ovejas, caballos y otros animales encuentran allí su golosina. Y cuando esta falta, los animales deben salir a proveerse lamiendo rocas salinas y así dejan sus marcas en los lambederos. Al igual que lo hacen los animales del campo, como corzuelas, chanchos del monte, zorros e inclusive las aves que practican la geofagia y dejan excavaciones de bioerosión.

 

El Niño, La Niña y la sal

 

Volviendo a los panes de sal y sus bandas claras y oscuras, estas tienen su explicación en los "años-Niño" y en los "años-Niña" (fenómeno ENSO) que no representan estrictamente años calendarios sino períodos más húmedos y más secos de algunos años de duración cada uno.

 

Las capas son perfectamente paralelas a la superficie y tienen continuidad lateral sincrónica. En corte transversal, siguiendo el tajo del hacha vertical, se aprecian claramente las capas claras blanquecinas y las oscuras marrones. Estas capas tienen espesores variables generalmente entre 2 y 10 centímetros. Las capas blancas están relacionadas con los años-Niña y se forman en los años en que se inunda el salar, la costra salina se disuelve y finalmente vuelve a depositarse cuando se evapora el agua del salar, quedando perfectamente blanca. Cuanto más larga es la duración del lapso o período Niña más gruesa va a ser la capa y el tiempo húmedo. Durante los años-Niño el salar se mantiene seco y solo recibe polvo eólico y cenizas volcánicas. Cuanto más larga es la duración del lapso o período Niño, más gruesa será la capa marrón y el tiempo seco.

 

Las erupciones volcánicas en los volcanes cordilleranos activos como el Lascar pueden dejar una capa gris identificable o capa guía que ayude a relacionar los eventos registrados por observaciones meteorológicas. De esta manera el geólogo y el climatólogo pueden reconstruir la historia meteorológica allí conservada. La fenomenología está relacionada con el enfriamiento y el calentamiento del océano Pacífico y las corrientes que llegan a la costa occidental de Sudamérica. Y a su vez con la actividad solar. Cuando el océano se enfría es un año Niña y cuando se calienta un año Niño.

 

Los pescadores peruanos observaron este fenómeno que llegaba a sus costas para Navidad y de allí que se los bautizara el Niño, por el Niño Jesús. Al contraciclo se le puso Niña por ser lo opuesto. Hoy se sabe que durante los años-Niña llueve mucho en las altas montañas, se afectan las rutas y los salares de la Puna se inundan. Estos son años que traen bienestar a las comunidades pastoriles, ya que hay mayor vegetación y mayor "multiplico" de animales. Pero esos son los años en que se reduce la explotación de la sal, de los boratos y en donde se complican las faenas para la recuperación de las salmueras de litio. Y así como llueve mucho en las montañas y en los salares, por otra parte la Llanura Pampeana está seca y se pierden grandes cosechas de granos, especialmente en la zona núcleo. Los últimos años de sequía en la Pampa, por el fenómeno de La Niña, trajeron pérdidas económicas por más de 20 mil millones de dólares de la cosecha gruesa en 2023. Durante los períodos Niño se invierte el ciclo y entonces llueve mucho en la Pampa y se obtienen grandes cosechas de soja y otras oleaginosas, además de generosos pastos para el ganado. Mientras tanto, no llueve en la alta montaña y los salares están secos y solo reciben polvo eólico que va a formar lentamente las capas marrones. Aquí es cuando se benefician las explotaciones mineras de sal gema, boratos, salmueras de litio, etcétera. En líneas generales, la economía del país se beneficia en los años-Niño y se perjudica en los años-Niña.

 

No fue el caso del cerro Rico de Potosí y su explotación de plata, que ahora se sabe mejoraba en los años-Niña a raíz de que en esa época había agua para las represas y se aumentaba la metalurgia de la plata. Los gráficos de producción así lo señalan. También los registros del diezmo de las iglesias llevados celosamente por monjes de varias latitudes están arrojando luz sobre esos períodos de bonanza y de crisis atados a la fenomenología del calentamiento y enfriamiento del Pacífico. Los salares contienen entonces un precioso registro de la historia climática conservado en ese libro pétreo de hojas salinas bicolores.